Atrás quedaron los años gloriosos de la década en la que encontrar un puesto de trabajo era tan fácil como dedicar una mañana a buscarlo, presentándose y ofreciéndose espontáneamente a varias empresas en las que te apeteciera trabajar, con muchas posibilidades de encontrar trabajo esa misma mañana. Era una época en la que ni existían los currículos, ni los departamentos de personal (hoy también conocidos como de recursos inhumanos), ni las franquicias, ni la figura tan socorrida hoy por los defraudadores de los autónomos encubiertos. Había empresas y trabajadores.
Nada más.
Hoy por contra, hay un montón de figuras jurídicas nuevas y una menguante oferta de puestos de trabajo a cubrir para muchísimos más trabajadores que compiten entre sí por esos pocas posibilidades de hacerse con uno, y obviamente, sólo lo conseguirán los mejor preparados y que más experiencia puedan demostrar. Y dentro de la formación, cada vez miran las empresas con mejores ojos a quienes cuentan con un master, por lo que hacer uno es yo diría que imprescindible si queremos hacernos con un trabajo estable y de calidad, como los que había antes.
Cierto que también hay personas que no buscan un puesto directivo con las responsabilidades que ello conlleva, y no les importa ganar menos dinero o tener un empleo precario, cosa que por otro lado es respetable.
Siempre la sociedad seguirá necesitando esos puestos de trabajo de poca cualificación profesional y bajos salarios, pero a mi por lo menos, si me dan a elegir prefiero ser un alto directivo de una importante empresa multinacional, que el último becario que haya entrado para poner al día el archivo. Por ejemplo.
¿Es conveniente entonces hacerse con un máster? Pues yo diría que si, pero eso ya eres tú quien lo ha de valorar.
Es tu futuro. Tu decides.
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